La matemática del agua
El
reparto de caudales en la
Heredad de Arucas y Firgas se realizaba con una exactitud
milimétrica unica en el mundo.
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Foto de la década de los
años 10 del siglo pasado, con la
Heredad al fondo y la gran acequia del Cerrillo. | archivo
fotográfico fedac
La Heredad de
Aguas de Arucas y Firgas, que celebra estos días el cumpleaños 100 de su original
edificio, tiene un patrimonio más curioso aún
que la propia sede, con una red de acequias de más de 70 kilómetros ,
iniciadas poco después de la
Conquista , una decena de profundos pozos y galerías y, sobre
todo, una riqueza inmaterial en forma de alta matemática y física, que aún hoy
siguen representadas en sus famosas cantoneras, perfeccionadas en 1800 para
repartir enormes caudales de agua entre sus 24 originales propietarios con una
precisión calibrada al milímetro.
JUANJO JIMÉNEZ
ARUCAS
"Corriendo al mar todas las aguas que surgían en las cumbres de la isla, fueron apresadas y variado su curso para fertilizar las tierras de las costas o de medianías, siguiendo el sobrante al mar..." Así recogía el cronista Teodoro Rosales en 1977 el proceso por el cual entre Arucas y Firgas se crea un alambique prodigioso de acequias, pozos, túneles, albercas y cantoneras para dar cumplimiento al mandato de los Reyes Católicos del año 1480, el de repartir aguas y tierras entre sus hombres de Conquista.
ARUCAS
"Corriendo al mar todas las aguas que surgían en las cumbres de la isla, fueron apresadas y variado su curso para fertilizar las tierras de las costas o de medianías, siguiendo el sobrante al mar..." Así recogía el cronista Teodoro Rosales en 1977 el proceso por el cual entre Arucas y Firgas se crea un alambique prodigioso de acequias, pozos, túneles, albercas y cantoneras para dar cumplimiento al mandato de los Reyes Católicos del año 1480, el de repartir aguas y tierras entre sus hombres de Conquista.
Bajo el nombre de los heredamientos de agua se
dirigen, captan y distribuyen los caudales que llegan desde casi lo más alto de
la Isla , en Los
Moriscos y todas sus medianías, a través de más de 70 kilómetros de
acequias, tuberías y túneles hasta San Andrés, en Arucas y el litoral de Moya,
por el oeste, y Tamaraceite, por el este.
Es un trabajo de siglos que comenzó con acequias
de tierra y piedras para ser destruido en el llamado Año del Temporal, cuando
entre los días 6 y 7 de noviembre de 1826 una galerna de tierra adentro lo
desastra absolutamente todo. A partir de ahí y durante años y años se reponen
las acequias, ahora sí, con mampostería, tal y como hoy se conocen, y se van
perfeccionando, creando una auténtica red arterial que llega a todas y cada una
de las fincas de los crecientes herederos. "Y para el riego de las
tierras, sacaban acequias por fugas y riscos, haciendo almatriches de piedra
seca con tanta firmeza, que permanecen hoy en muchas partes", relató Pedro
Agustín del Castillo en 1739.
Pedro Santiago Henríquez es el encargado general
de la Heredad
de Aguas de Arucas y Firgas, que celebra estos días el centenario de su
emblemático edificio. Santiago describe la mecánica del reparto de aguas de
"matemáticas pura", a través de un sistema único que no existe en
ningún otro lado del Archipiélago "ni el mundo" y que se manifiesta
en la rigurosa precisión de las cantoneras, que aquí, en la Heredad , afinan al
milímetro frente a otras comunidades que lo hacen al centímetro.
Tal es así, que según subraya, el examen del
buen labrante exigía la construcción de una cantonera de este tipo para
"licenciarse". Aún recuerda, y está por volver a encontrar, a un
especialista de la
Universidad de Oxford, "del que solo recuerdo que se
llamaba Bryan", que durante meses estudió el sistema con motivo de su
tesis para concluir que no había visto nada igual.
Explicar el proceso, que data del 1800, requiere
de pizarra, pero, en líneas generales, se trata de repartir agua entre 24
dueños originales. La cantonera madre pues, tiene 24 bocas para 24 azadas. A
esta azada se la llama dula, es decir, un turno. A partir de ahí se hacen los
números: "Cada azada", apunta Santiago, "tiene una boca de 25 milímetros , que
abierta durante doce horas da 166.080 litros . Ni uno más, ni uno menos. Va a
misa", concluye.
De este relato se obvian detalles de
microscopio, más propios de un acelerador de partículas que de un riego, pero
que llega a una complejidad que viene a ser fruto del recelo, cuando no de la
corajina, que se mantenía entre los distintos propietarios por las
susceptibilidades propias del quién se lleva la mejor parte, un lío que se
llevó por delante a más de un alcalde de aguas, como se denominaba a los que
tenían la potestad de detener e incluso de sancionar a aquellos que se
dedicaban a distraer caudales para el huerto propio. De este continuo acechar
se debe el mismísimo reloj que se colocó en la iglesia anterior a la actual de
San Juan Bautista, "para evitar los zipizapes que daban hasta miedo"
a cuenta de que cada uno llevaba la hora que le convenía.
Con este reloj oficial se establecía la hora
buena, la que regía estos repartos milimétricos de cantonera, hasta el límete
que cuando la iglesia antigua estaba más para un derribo que para misas,
"Francisco Gourié acordó en 1906 recolocar el mecanismo en una torre de
molino de viento, para que Arucas no se quedara sin hora". Y quizá sin
gente.
Invierno 2013 - 2014 |
Umbría del Caidero - Zona de Especial Protección Paisajista - Ubicada dentro de la finca privada de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas
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